Seguro lo notas cuando sales de la ducha o escuchas un solo de guitarra estremecedor: los vellos se erizan, la piel se abulta y sientes un leve escalofrío. Aunque dura segundos, detrás interviene una compleja red de músculos, nervios y hormonas orquestada por el sistema nervioso autónomo.
Comprender la función de la piel de gallina ayuda a descifrar cómo un rasgo heredado de ancestros peludos sigue influyendo en nuestra salud y en nuestra manera de comunicar sentimientos. Aquí exploramos su origen, su mecanismo y su sorprendente utilidad.
¿Qué es exactamente la piel de gallina?
Cuando el diminuto músculo erector del pelo, llamado arrector pili, se contrae, cada folículo tira del vello hacia arriba y provoca la característica rugosidad cutánea. Este micro‑espasmo es controlado por fibras nerviosas simpáticas que liberan noradrenalina al detectar cambios de temperatura o estados emocionales intensos.
Un legado evolutivo de nuestros ancestros peludos
En mamíferos cubiertos de pelo, erizar el manto sirve para retener aire caliente cerca de la piel y crear una barrera térmica. También les permite parecer más grandes ante un depredador. En nosotros, con vello escaso, la función de la piel de gallina ha perdido eficacia mecánica, pero el circuito neuromuscular persiste.
La selección natural mantuvo el reflejo porque, incluso sin abrigo piloso, ayudaba a nuestros ancestros homínidos a conservar calor durante madrugadas frías en la sabana. Con el tiempo, la ropa asumió esa tarea, pero los genes que codifican el arrector pili y sus conexiones nerviosas siguen activos.
Termorregulación: la manta interna que aún se activa
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