La resistencia antimicrobiana ocurre cuando las bacterias dejan de responder a los medicamentos que antes las eliminaban. Esto vuelve inútiles muchos tratamientos tradicionales. La Organización Mundial de la Salud la considera una de las mayores amenazas para la salud global, comparable al cambio climático o las pandemias.
Cada año, más de 1,2 millones de personas mueren por infecciones resistentes a los antibióticos. Y la cifra sigue creciendo, según The Lancet. En América Latina, el acceso limitado a diagnóstico microbiológico agrava el problema. Muchas infecciones no se tratan correctamente por falta de información clínica precisa.
Además, el uso excesivo e inadecuado de antibióticos en medicina, ganadería y agricultura acelera la aparición de bacterias resistentes en humanos y animales. En Uruguay, se detectan cada vez más bacterias multirresistentes. Esto obliga a buscar nuevas estrategias terapéuticas más allá de los medicamentos convencionales.
¿Qué son los bacteriófagos y por qué regresan?
Antes del descubrimiento de la penicilina en 1928, algunos médicos usaban virus naturales llamados bacteriófagos para tratar infecciones bacterianas específicas. Los bacteriófagos, o fagos, son virus que infectan y destruyen bacterias. No atacan células humanas, por lo que son seguros y altamente específicos.
Después del auge de los antibióticos, los fagos quedaron relegados en la medicina occidental. Solo se usaron en algunos países del este de Europa. Hoy, en medio de la crisis global por resistencia bacteriana, los científicos han retomado el uso de estos virus como alternativa terapéutica personalizada.
Entre sus ventajas más destacadas:
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