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La nariz lo sabe: desentrañando el enigmático vínculo entre el sentido del olfato y la mortalidad

Traumatismos craneoencefálicos, especialmente en adultos jóvenes. Infecciones virales. Enfermedad de Alzheimer, predominantemente en ancianos. Los traumatismos craneoencefálicos a menudo provocan pérdida permanente del olfato, como en accidentes de tráfico. Estas lesiones pueden dañar o seccionar las fibras nerviosas olfativas, que transmiten señales desde los receptores olfativos al cerebro. Las infecciones o tumores cerca de la lámina cribiforme de la cavidad nasal, que separa las cavidades nasal y cerebral, también pueden dañar los nervios olfativos.

Las infecciones de las vías respiratorias, en particular la gripe, son otra causa frecuente, posiblemente responsables de hasta una cuarta parte de los casos de disminución del olfato. Las enfermedades cerebrales degenerativas, como el Alzheimer, pueden deteriorar los nervios olfativos, lo que resulta en la pérdida del olfato.

Las causas menos comunes incluyen medicamentos, tumores, infecciones nasales, alergias, infecciones sinusales y radioterapia contra el cáncer, que pueden afectar temporal o permanentemente el olfato o el gusto. El efecto del tabaco sobre el olfato sigue siendo incierto.

En casos extremadamente raros, la anosmia puede ser congénita.

La anosmia o sensibilidad olfativa reducida puede servir como un indicador temprano de COVID-19, una enfermedad respiratoria aguda grave causada por el coronavirus SARS-CoV-2.

La evaluación de la pérdida del olfato implica observar los signos de advertencia, en particular cuando se acompaña de lesiones en la cabeza, síntomas del sistema nervioso o aparición repentina de síntomas, lo que justifica una evaluación médica inmediata.

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