“Ya no podía disfrutar de mi vida sabiendo que estos animales desesperados no tenían a nadie que los cuidara. Me seguían sus miradas llenas de desesperación”, dice la abuela. Por ello, decidió construir una especie de refugio en un terreno que compró, para darles un lugar. “Mi mayor temor en invierno es no poder cuidarlos como se merecen. Ya tengo dificultades para levantar baldes, cargar basura y cualquier cosa pesada. En invierno todo se vuelve 10 veces más difícil. Necesito desesperadamente una mano amiga”, subrayó.
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