Contrariamente a la creencia popular, las secuelas de la COVID-19 prolongada no se quedan en la cabeza. Dejan marcas duraderas en el cuerpo:
Fibrosis pulmonar que dificulta la respiración.
Inflamación crónica del corazón
Síndrome POTS (taquicardia ortostática postural), donde el corazón se acelera al más mínimo cambio de posición.
Y sobre todo, un sistema inmunológico debilitado, lo que hace que las infecciones comunes sean mucho más riesgosas.
El Dr. Cohen insiste: «No es pereza. No es psicosomático. Es una enfermedad real y multisistémica que aún se comprende muy poco».
¿Esperanza? Una pista, pero aún no hay cura.
El Dr. Cohen participa en ensayos clínicos de tratamientos prometedores como Paxlovid. Los resultados son alentadores, pero aún limitados. De los 13 pacientes evaluados, solo 5 experimentaron una mejoría temporal.
Llevamos cinco años de pandemia. Y aún no hay un tratamiento oficialmente aprobado para la COVID-19 prolongada.
La lucha continúa, pero el camino es largo. Mientras tanto, para evitar recaídas, se mantiene extremadamente alerta, llegando incluso a evitar lugares públicos. Usar mascarilla no es una opción para ella, sino una necesidad vital.
Un llamado a la escucha y al reconocimiento
Hoy en día, millones de personas viven con síntomas persistentes relacionados con la COVID-19. No siempre tienen un diagnóstico ni un tratamiento claros, y mucho menos se les reconoce.
La historia del Dr. Cohen nos recuerda que se puede ser médico y víctima a la vez. Que se puede saber todo sobre una enfermedad… y aun así estar a salvo de ella.
¿Tú o alguien que conoces vive con COVID-19 prolongado?
Comparte esta historia para romper el silencio sobre esta enfermedad que aún es tabú.
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